Hola, soy Irene Aragón, y escribo este blog para compartir con vosotros mi curiosidad por las músicas que canto.
Empecé a compartir esta curiosidad con el público a través de anécdotas que iba contando durante mis conciertos, y posteriormente, a través de un serie de conferencias musicalizadas sobre la historia del tango. Pero había tanto que decir que no podía contar más que una pequeña parte, de ahí la idea de crear este blog, para dar cabida a todo aquello que se me quedaba en el tintero por razones de espacio y tiempo.
Aquí encontrareis curiosidades e historias sobre el tango y reseñas de los artistas que voy descubriendo, así como de grupos de tango contemporáneo, ¡porque el tango está muy lejos de ser una música del pasado! Y para hacer honor al nombre del blog, también artículos sobre otros géneros, porque no solo de tango vive el tanguero. Me gustaría que este blog fuera un espacio de encuentro, así que no dudéis en comentar, sugerir o corregir si necesario. Feliz lectura y escucha.
De todos estos caminos hablaremos en el futuro, pero hoy vamos a explorar la confluencia del tango con un género con el que tiene cierto número de puntos en común (quizás sea por eso por lo que se maridan tan bien): el flamenco. Bienvenidos a un viaje entre dos ríos: del Guadalquivir al Río de la Plata.
El tango flamenco es otro cantar
Entre los diferentes palos del flamenco (seguiriya, soleá, bulería, fandangos y muchos otros) está el género de los tangos. El tango flamenco no es el primo español del tango argentino: aunque es verdad que tienen raíces comunes, el parentesco es tan lejano que todo parecido se ha difuminado con el tiempo. Pero ambos tienen un lejano pasado común, ya que ambos hunden parte de sus raíces en las músicas afroamericanas. El estilo musical que luego se convertirá en los tangos flamencos es un ritmo de habanera, que llega a España desde Cuba en el siglo XVIII, en dos versiones: la versión lenta y romántica, bautizada como habanera, y la versión rápida y animada, llamada tango americano o tango de negros. Este género musical comienza a ser incluido en las zarzuelas dentro de números llamados «Baile de negros» o «Tango de negros». La moda de meter tangos y habaneras en las zarzuelas hizo que estos ritmos pasaran a la música popular, y por ende al flamenco, que los adaptó a su manera.
El Instituto Andaluz del Flamenco define tango como «cante flamenco a compás de 4/4, rítmico y alegre, de probable origen americano». No voy a meterme en camisa de once varas explicando aquí qué es lo que diferencia a los tangos de otros ritmos del flamenco, tema en el que mis conocimientos se aproximan a cero (sí, se puede ser española y no saber de flamenco, son cosas que pasan). Pero para quien esté interesado en el fascinante mundo de los géneros del flamenco, os dejo al final del artículo un par de enlaces a páginas que explican las diferencias entre los distintos palos.
Un tango flamenco clásico suena así:
Estaréis de acuerdo en que ni con la mejor voluntad del mundo se le podría encontrar un parecido con el tango argentino.
Distintos pero con el mismo espíritu
Los dos primos no se parecen ni en el blanco de los ojos, pero su estilo de vida, por así decir, tiene bastantes puntos en común, a pesar de que vivan en lados opuestos del Atlántico:
Ambos nacieron de un mestizaje de etnias y culturas: en el caso del flamenco, judíos, gitanos e indios; en el caso del tango, la cultura africana, los indígenas autóctonos y los inmigrantes llegados de todas las partes del mundo.
Ambos nacieron de las clases sociales más humildes, incluso en ámbitos míseros y sórdidos. Su comunión cotidiana con el lado más duro de la vida les confiere una gran fuerza expresiva.
Ambos son músicas bailables, o para ser más exactos, tanto el tango como el flamenco nacieron como bailes. El posterior desarrollo de la música se produjo para acompañar a estos bailes.
Por último, ambos han sido declarados por la UNESCO Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
Además, ambos géneros comparten la reputación de ser bailes pasionales y «calientes», tanto es así que ambos representan la imagen del Sur en su forma más cliché. De hecho, hasta existe una cierta confusión entre ambos géneros a los ojos de los no iniciados. Y si no, haced la prueba: lanzad una búsqueda de imágenes en internet con la palabra «tango», ya veréis qué poco tardan en salir imágenes de bailaoras de flamenco.
Un vía de dirección única
La fusión entre el tango y el flamenco es una vía de una sola dirección: el número de cantantes de flamenco que han experimentado con otros géneros es relativamente elevado. Lo contrario, en cambio, no sucede nunca: no conozco un solo cantante procedente de otro universo vocal que se haya lanzado a cantar flamenco. Quizás porque la técnica vocal que requiere este último es tan particular que para dominarla son necesarios muchos años de estudio, o bien haberlo mamado desde la cuna, lo que es el caso de la mayoría de los cantaores… ¡aunque no de todos, como veremos más adelante!
Cuando hablamos de tango cantado al modo flamenco, lo primero que se nos viene a todos a la cabeza es Penélope Cruz cantando Volver en la película homónima de Pedro Almodóvar:
A riesgo de romperos el corazón, os diré que la que canta no es Penélope Cruz, sino la cantaora Estrella Morente quien, aparte de esta canción, no ha hecho otras incursiones en el universo del tango. Pero sí hay otros cantaores que han conseguido hacerse un hueco en el ámbito del tango argentino. De tres de ellos, los que más notoriedad han alcanzado, hablaremos en este artículo.
Diego El Cigala, el gitano
Diego Ramón Jiménez Salazar, El Cigala (Madrid, 1968) es un cantaor de flamenco que ha incursionado repetidas veces en el universo de las músicas latinoamericanas. La primera, en 2003, fue para explorar en clave flamenca el son cubano y el bolero, acompañado por el pianista Bebo Valdés. No les fue del todo mal, considerando que el fruto de esta colaboración, el álbum Lágrimas negras, vendió un millón de ejemplares.
El primer acercamiento de Diego El Cigala al tango argentino fue en 2011 con Cigala & tango, un disco grabado en vivo durante un concierto en el teatro Gran Rex de Buenos Aires, en el que estuvo acompañado por varios grandes de la escena tanguera, como Néstor Marconi (bandoneón) o Juanjo Domínguez (guitarra). Con este disco ganará en 2011 el Grammy Latino al mejor disco de tango.
La siguiente grabación de Sus ojos se cerraron, un clásico de Gardel, se realizó durante dicho concierto en el Teatro Gran Rex de Buenos Aires, en el que no cabía un alfiler (el Gran Rex es un teatro con capacidad para 3.262 espectadores, y a juzgar por las imágenes, estaban todos). Si tenéis tiempo y ganas, podéis ver el concierto completo en este mismo vídeo:
El Cigala ha seguido explorando la música argentina en Romance de la luna tucumana(2013), un disco en el que, además de tango, canta otros géneros del folklore argentino.
Aquí podéis escucharlo cantando Naranjo en flor en el emblemático programa Encuentro en el estudio. Un clásico de nuestros amigos Virgilio y Homero Expósito, con un particular arreglo mezcla de tango y jazz:
Diego El Cigala, que con su indómita melena y sus dedos recubiertos de anillos de oro macizo encarna a la perfección la imagen del gitano, es el primero que ha sabido popularizar entre el gran público la fusión entre el tango y el flamenco.
Miguel Poveda, el payo
He de confesaros que tengo debilidad por este artista, que en mi opinión es el cantaor que mejor ha sabido captar y transmitir la sensibilidad del tango argentino: Miguel Ángel Poveda León (Barcelona, 1973), más conocido como Miguel Poveda.
Miguel Poveda tenía todas las papeletas para NO ser cantaor de flamenco: no es gitano sino payo, además ¡horror! ni siquiera es andaluz, sino catalán, y en su familia no había músicos ni un interés particular por la música. Para terminar de arreglar las cosas, creció en Badalona, una ciudad que no destaca precisamente por su tradición flamenca. Como no podía compartir su pasión con el flamenco con sus amigos, que lo encontraban rarito en lo que a música se refiere, pasó su adolescencia dentro de su propio mundo, encerrado en su cuarto escuchando la colección de discos de su madre y el flamenco que pasaba por la radio. Pese a este entorno tan poco propicio para el desarrollo de una carrera en el ámbito del flamenco consiguió, gracias a su sensibilidad y talento y a fuerza de perseverancia, construirse como cantaor.
A los 15 años empezó a cantar como aficionado en una peña flamenca de su ciudad, y a los 20, en 1993, se le ocurrió presentarse, así como quién no quiere la cosa, para ver qué tal, al Festival Nacional del Cante de las Minas de La Unión, el más importante de España. El joven payo que nadie conocía causó sensación, arrasando con 4 de los 5 premios del festival, entre ellos el más prestigioso, la Lámpara Minera.
Aunque este premio cambió su carrera, consagrándolo como cantaor profesional, los comienzos no fueron fáciles, y el joven catalán tuvo que luchar lo suyo para que su talento fuera reconocido dentro de los herméticos y conservadores círculos flamencos. Pese a estos comienzos difíciles, su carrera experimentó una ascensión fulgurante, y hoy es reconocido unánimemente como una de las mejores voces del flamenco actual, habiendo recibido importantes galardones, como el Premio Nacional de Música (2007) y el Premio Nacional de Cante (2008).
Poveda ha incursionado en el tango en numerosas ocasiones, la primera con una grabación por bulerías del clásico de Gardel Cuesta abajo, para un espectáculo que fue presentado en el Carnegie Hall de Nueva York en 2005, en el marco del Flamenco Festival USA.
En 2006 monta con el bandoneonista argentino Rodolfo Mederos y su Orquesta Típica un espectáculo de tango que cristaliza en el álbum Diálogos. De Buenos Aires a Granada (2013), un disco de tango grabado en directo a lo largo de dos conciertos, en el Teatro Colón de Buenos Aires y en el Palacio de Carlos V de Granada. La siguiente versión de Trenzas, un clásico de 1945, pertenece a dicho álbum y es, lisa y llanamente, una de las más hermosas interpretaciones que he escuchado nunca de este tango:
El año pasado, en 2019, Miguel Poveda volvió al tango con «El abrazo del tango y el flamenco», un espectáculo estrenado en el Teatro Colón de Buenos Aires, que se presentó luego en el Teatro Real de Madrid, y que reúne sobre el escenario a cuatro cantantes: los cantaores Miguel Poveda y Antonio Carmona, y los cantantes de tango Ariel Ardit y Guillermo Fernández.
De este espectáculo os dejo aquí el momento en el que Poveda canta Sus ojos se cerraron, el clásico de Carlos Gardel, para que podáis comparar con la versión de Diego El Cigala que escuchamos un poco más arriba. Podréis observar cómo dos interpretaciones del mismo tango, ambas en clave de flamenco, pueden producir resultados diametralmente opuestos.
La versión de Poveda es mucho más sobria, y se aproxima mucho más al tango clásico que la de El Cigala, a pesar de conservar la técnica vocal típica de un cantaor. En esta ocasión Poveda está acompañado por el bandoneonista Marcelo Mercadante, entablándose un sutil diálogo entre voz y bandoneón. La grabación bien merece un visionado, tanto por la sincera emoción que transmite la interpretación de Miguel Poveda, como por la impresionante escucha del músico acompañante.
Rocío Márquez, la victoriosa
Nuestra última invitada de hoy, Rocío Márquez, nació en Huelva (1985), y a sus 35 años tiene ya seis discos. El último, Visto en el Jueves, le valió en 2020 el prestigioso premio francés Victoire du Jazz en la categoría de Album de Musiques du Monde, siendo la primera artista española que ha recibido esta distinción. (Para los que se lo estén preguntando, no, el Jueves no es la revista satírica, sino un mercadillo de cosas usadas que tiene lugar en Sevilla todos los jueves, y en el que Rocío Márquez solía comprar vinilos y casetes de jovencita).
Rocío Márquez no ha dedicado un álbum completo al tango argentino como han hecho El Cigala o Miguel Poveda, al menos de momento. Pero en su último disco hay dos notables incursiones en el universo del tango: El último organito, tango de Acho y Homero Manzi, y Trago amargo, tango de 1925 interpretado par Carlos Gardel y retomado por la orquesta de D’Arienzo, del que la cantaora onubense hace una estupenda versión por bulerías:
Hasta aquí este paseo por los mundos cruzados del tango y el flamenco, un paseo que seguramente no ha llegado a su fin, ya que lo más probable es que la fusión entre estos dos géneros nos reserve todavía buenas sorpresas. Al hacer del mestizaje entre tango y flamenco un fenómeno de masas, Diego El Cigala ha abierto una puerta que numerosos artistas cruzarán sin duda en el futuro. Y cuando hablo de «fenómeno de masas» no lo digo con sentido peyorativo sino todo lo contrario. El mestizaje musical tiene el no desdeñable mérito de mezclar públicos. Personas que están habitualmente encerradas dentro de un universo musical determinado dan, gracias a la fusión, un pequeño paso hacia otro universo que hasta entonces les era ajeno. La fusión es un puente entre lo conocido y lo diferente, y si está bien hecha puede conseguir despertar nuestra curiosidad lo suficiente como para que vayamos a ver qué hay en otros lados.
Gracias a la fusión los convencidos del flamenco se habrán enterado de que el tango existe, y de que hasta puede que lo disfruten. Y lo mismo aplica al contrario: los tangueros recalcitrantes habrán dado un pequeño paso en el camino hacia otro universo musical, tan vasto o más aún que el del tango: el mundo infinito del flamenco.
Queridos amigos: este artículo va a ser breve y conciso. Consiste en una simple recomendación: escuchad Radio CAFF.
De hecho, si tuviera un solo consejo que daros en este blog, solo uno, sería este: escuchad Radio CAFF.
Estoy segura de que no quedaréis decepcionados.
¿Y por qué?, diréis. Una pregunta muy pertinente, porque a nadie le gusta hacer cosas sin una buena razón. Así que os voy a dar 5 razones, las mías, para escuchar esta radio en línea dedicada al tango contemporáneo.
Si no es la primera vez que me leéis, quizás recordaréis que hace unas cuantas semanas hablamos de la Orquesta Típica Fernández Fierro, una orquesta de tango contemporáneo nacida en Buenos Aires en los años 2000. En este artículo mencioné que tenían su propia sala de conciertos, el Club Atlético Fernández Fierro (CAFF), y su propio espacio en las ondas, Radio CAFF, de la que quiero hablaros hoy.
En un mundo en ruinas, elegimos escuchar tango
Radio CAFF es una radio en línea que transmite 24 horas al día. La frase que nos recibe cuando llegamos a su página es toda una declaración de intenciones: En un mundo en ruinas, elegimos escuchar tango. De acuerdo, tango. ¿Y qué tango vamos a escuchar en Radio CAFF? Ellos mismos nos lo explican:
La música es la protagonista desde su lanzamiento en 2010. Lo que suena es el registro actual del tango, artistas contemporáneos, más algunas rarezas y también algunos tangos de otros tiempos.
Así pues, lo que retransmiten es tango actual, el tango que se hace hoy en día en Argentina. Lo que quiere decir composiciones originales en su mayor parte, así como versiones de tangos antiguos hechas por orquestas y cantantes contemporáneos. Y también grabaciones de tango clásico, aunque en un número muy inferior, porque el objetivo de Radio CAFF es actuar como una vitrina para el tango actual (la proporción es, aproximadamente, 90% de tango contemporáneo y 10% de tango clásico).
El responsable de la programación, la persona detrás de todo lo que se escucha en Radio CAFF, es el periodista Germán Marcos, quien colaboró anteriormente en numerosos espacios dedicados al tango contemporáneo, como el programa de radio Fractura Expuesta, o el programa televisivo ya extinto Sarpando Tangos.
Una vez hechas las presentaciones, aquí están mis 5 motivos para escuchar Radio CAFF:
1. Para descubrir cosas
No os voy a engañar, Radio CAFF es la banda sonora de mi casa, no diré todo el día, pero sí una gran parte. Ni os imagináis la cantidad de veces por día que abandono lo que estoy haciendo para abalanzarme sobre la pantalla, con un cuchillo entre las manos chorreantes de tomate, cebolleta o lo que sea, para anotar qué es lo que está sonando en ese preciso instante. Porque las radios en línea tienen una gran ventaja sobre las radios tradicionales: se puede saber en todo momento el nombre del artista y de la canción que está sonando (en el caso de Radio CAFF, el nombre de la canción y del artista aparece en la banda roja situada en la parte inferior de la pantalla). Eso me ha permitido hacer descubrimientos increíbles, y familiarizarme con artistas cuyo nombre no me decía absolutamente nada hace un tiempo, y de los cuales hoy soy una fan total.
2. Para renovarse
Escuchar una radio temática nos permite ir más allá de los artistas que conocemos, aunque permaneciendo dentro de nuestra zona de confort (jazz, tango, música clásica o lo que sea que nos guste), y ampliar nuestro registro con nuevos grupos. Si sois musicalizadores de tango, DJs o profesores de baile, si a veces pasáis música en las milongas o en vuestras clases, aquí encontraréis una fuente inagotable de ideas nuevas. D’Arienzo está muy bien, y Di Sarli también, la idea tampoco es renunciar a ellos, ¡pero hay que reconocer que al cabo de un tiempo ya lo hemos oído todo! Proponer de vez en cuando tangos nuevos o versiones contemporáneas de tangos clásicos es un soplo de aire fresco para los oídos de quienes escuchan, una ventana abierta a nuevos horizontes. Sería una lástima no aprovecharlo.
3. Para viajar sin moverse del sitio
Una de las cosas que me gustan de Radio CAFF es que escuchándola tengo la impresión de estar en Buenos Aires y a la vez de sentirme ciudadana del mundo. La impresión de estar en Argentina la producen, además de la música, las cuñas radiofónicas, pequeños flashes de voz intercalados entre las canciones que duran apenas treinta segundos. Entre ellos podemos escuchar, en una feliz mixtura, retransmisiones de partidos de fútbol, diálogos de películas, debates televisivos, anuncios argentinos de los años 60, entrevistas con personalidades del tango… Todo cosas inesperadas y muy breves (los de Radio CAFF lo llaman #MicroRadio). Tiene su gracia oír hablar al polaco, a Pichuco o a Maradona. En todo caso, son gente a la que no tenemos la ocasión de escuchar todos los días, ¡al menos yo!
Radio CAFF tiene además vocación de radio global. Como explican en la página, la mitad de su audiencia está en Argentina y la otra mitad repartida por el mundo. Parte de su programación esta concebida pensando en esa audiencia internacional: «Segmentos en castellano, inglés, francés, alemán, ruso, sueco y finlandés juegan al aire en duraciones cortas y contundentes, y le suman color a la sonoridad de la radio. Amamos los esfuerzos por entendernos, el tango es el lenguaje universal». También es posible escuchar los mensajes que el público envía al número de WhatsApp de Radio CAFF desde cualquier parte del mundo. Si os tienta la idea de enviarles un mensaje, no dudéis en hacerlo. ¡A lo mejor acabáis oyendo vuestra propia voz en las ondas!
4. Para acabar con los clichés
A lo mejor pensáis que el tango contemporáneo no es lo vuestro. Buena prueba de ello es que la Orquesta Típica Fernández Fierro no os ha hecho ni fu ni fa (más bien fa, para ser totalmente sinceros). De acuerdo. Pero contemporáneo no significa necesariamente experimental. La etiqueta «tango contemporáneo» engloba una enorme variedad de grupos y estilos. Hay orquestas contemporáneas que componen tangos de estilo clásico, como por ejemplo la Orquesta Típica La Martino, cuyo lema es Tangos nuevos, como los de antes. Nada que ver con el estilo rockero de la Fernández Fierro, y sin embargo, eso también es tango contemporáneo.
O bien pensáis que el tango es una música machista. ¿Seguro? Si queréis escuchar otro tipo de letras, id a ver Tango Femininja, la playlist de tango feminista de Radio CAFF en Spotify (se me había olvidado decirlo, pero si queréis crear vuestra propia lista, podéis ir a SpotiCAFF, y escoger vuestras canciones favoritas de la lista de Radio CAFF en Spotify).
5. Para contribuir a la transmisión cultural del tango
Antiguamente, la difusión del tango se hacía en gran parte a través de las ondas. Radios como Excelsior, Antártida, Belgrano, Stentor, Splendid o Porteña difundían a las grandes orquestas de los años 40 o 50, y los más famosos compositores como Di Sarli, Fresedo o Troilo presentaban sus obras al público a través de la radio. Hoy la radio ya no es una vitrina para el tango, y todavía menos para el tango contemporáneo, que durante mucho tiempo ha carecido de un espacio de difusión al margen de las salas de conciertos. Este espacio que faltaba, ampliado al mundo entero gracias a Internet, es lo que Radio CAFF está ofreciendo al tango contemporáneo.
Lo que estaba faltando en la escena tanguera del siglo XXI era la unificación. De ahí la idea de la radio… un espacio donde se pueda escuchar a todos los artistas que estén siendo parte de la escena tanguera de hoy […] Como la Fernández Fierro no venera a los muertos, la condición para sonar en la radio es que los músicos estén en actividad. Lo bueno es que si escuchás algo que te gusta después podés ir a verlo en vivo. Ahí es donde se produce la verdadera transmisión artística, en el show en vivo
Página 12, «Lo que faltaba en la escena tanguera era la unificación», 17/07/2011.
Escuchar – y hacer escuchar, si estáis a cargo de una milonga o de un curso de tango – estos nuevos tangos también es colaborar a la evolución del tango. Estos tangos de hoy son el tango del mañana (y un día, dentro de mucho, serán el tango de ayer, porque todo es una cuestión de perspectiva). Escuchar tango contemporáneo, y no solo tango de hace 60, 70 u 80 años, significa contribuir a perpetuar el tango como género musical en activo, y no solo como pieza de museo.
Por último, si queréis podéis contribuir económicamente a la supervivencia de esta radio, que es completamente independiente y que funciona únicamente con los donativos de su audiencia (y cuya existencia se está viendo seriamente amenazada por la situación económica que está atravesando Argentina en la actualidad). Colaborar económicamente con Radio CAFF significa contribuir a que este espacio de difusión del tango contemporáneo siga existiendo para alimentar el placer y la curiosidad de todos nosotros, en cualquier parte del mundo (y para los desconfiados me gustaría señalar que no, no recibo de Radio CAFF ninguna comisión por deciros esto. De hecho ni siquiera creo que sepan que este artículo existe).
Hasta aquí mis razones para escuchar Radio CAFF. Seguramente vosotros encontraréis otras. Aunque, finalmente, me doy cuenta de que no os he dicho la más importante: no sé a vosotros, pero a mí el hecho de tener al alcance de un clic grupos de tango que solo podría escuchar viviendo en Buenos Aires y yendo a conciertos en salas más o menos alternativas me vuelve literalmente loca. A veces casi no puedo creer que sea posible.
Bendito Internet.
(Con el artículo ya escrito, acabo de descubrir que hay otra radio en línea dedicada al tango contemporáneo, Doble A. Después de unas cuantas horas de escucha he llegado a la conclusión de que la programación de Radio CAFF me gusta más, pero podéis ir igualmente a echar una ojeada, a lo mejor es la radio que estabais buscando. ¡En todo caso, es una buena cosa que exista!)
Una de las razones de ser de este blog es presentar en Francia a artistas de los que no se oye hablar mucho por estos pagos. A algunos he tenido la suerte de conocerlos personalmente, y a otros los he descubierto en mis eternos vagabundeos por Internet en busca de versiones y nuevos temas para mi repertorio. Todos ellos me han fascinado y me han entrado ganas de compartir mis descubrimientos; básicamente por eso estamos aquí. Este artículo es el primero de una serie que me hace mucha ilusión, Cantoras, dedicado a las cantantes, y en especial a aquellas cantantes cuya voz poca gente ha escuchado en Francia, pese a que algunas de ellas ya sean artistas consagradas al otro lado del Atlántico.
Catálogo de animales mitológicos: la cantante de tango
El día que un amigo tanguero (¿qué tal, Charles?) me dijo, como quién no quiere la cosa: «De todas formas, mujeres cantantes de tango no hay casi ninguna», tuve que frenar en seco en medio de un pivot. Ya no sé qué cara se me puso ni qué fue lo que le dije en el momento, lo que sí recuerdo es que lo primero que hice al llegar a casa fue mandarle por mail una lista de mujeres cantantes de tango, mientras rumiaba mi estupefacción frente al teclado: «No, pero no puede ser que uno como él que le gusta el tango piense que no hay mujeres que lo cantan, ¡no es posible!».
Pero la verdad es que bastaba con pensar cinco minutos para entender su comentario: la inmensa mayoría de las personas que se acercan al tango en Francia y en otros países del mundo lo hacen a través del baile. Seguramente habrá personas que se enamoren del tango como música y que investiguen por su cuenta. Pero para la gran mayoría, el tango no es más que música para bailar, lo que significa que el único tango que van a escuchar en su vida es el que los dj ponen en las milongas. Y vete a saber por qué, el tango cantado que se escucha en las milongas es casi exclusivamente masculino. No es de extrañar, ante esta situación, que la cantante de tango termine dentro de la categoría de seres mitológicos, entre la quimera y el hipogrifo.
Sin embargo, haberlas, haylas.
Haylas, y muchas: Libertad Lamarque, Azucena Maizani, Tita Merello, Nelly Omar, Ada Falcón, Susana Rinaldi, María Graña, Adriana Varela… De todos estos nombres clásicos es fácil encontrar información en Internet. Sin embargo, cuando hablamos de cantantes contemporáneas ya es otro cantar, valga la redundancia, y ahí es donde merece la pena contar con una guía. ¿Vamos?
Di con ella en Internet por pura casualidad, mientras buscaba una versión de Apología tanguera, y me fascinó. Por entonces yo misma llevaba poco tiempo cantando en público y Francis era todo lo que, en mi imaginario, una cantante de tango no era. Nada de tacones, deportivas. Nada de vestido, vaqueros. El pelo lo llevaba recogido en un moño descuidado, de los que te haces con un lápiz sin mirar, y su voz era grave, rasposa, sin florituras «de cantante», un instrumento para decir el texto. Era natural, descarada, y en vez de cantar con cara de circunstancias lo hacía con una sonrisa de oreja a oreja.
Gracias a ella me di cuenta de que se podía cantar tango sin pasar por los clichés. No hacía falta construir un personaje desde lo alto de unos tacones de 7 centímetros. No hacía falta tener bailarines. No hacía falta ser mezzosoprano.
Había que contarle al público una historia, y ya.
La verdadera vedette del tango (que no es la cantante)
Otra cosa que me impresionó de ella fue su voz, una voz grave con la que me identificaba, el tipo de voz sin agudos que solo le había escuchado a Adriana Varela, pero sin los excesos interpretativos de la gata. Considerándola desde el punto de vista de la técnica vocal, Francis Andreu no es una gran cantante, ella misma lo reconoce. Pero es capaz de hacer algo que para mí es muy importante, y que muchas cantantes con más técnica son incapaces de hacer: desaparecer. Hacerse transparente para dejar todo el protagonismo a la historia que el tango nos está contando. Y eso Francis lo borda. Ella pertenece a la escuela del polaco Goyeneche, el único cantante capaz de hacerla llorar, dice, y esta filiación es evidente en su forma de decir el texto.
» No uso pollera, no uso escote, no tengo bailarines, ni voy vestida de tanguera. Respeto la música: los tiempos, las bases, la respiración. Lo importante es que se llegue a entender lo que cuentas. La auténtica ‘vedette’ del tango es la letra».
Cuatro discos y dos premios al Mejor álbum de tango
Francis Andreu (Montevideo, 1985) canta en público desde que debutó en el emblemático café El ciudadano de la capital oriental, a la edad de 16 años. De joven nunca tuvo el proyecto de cantar profesionalmente, lo que le interesaba más bien era terminar sus estudios de agronomía, pero el éxito decidió por ella. Con 19 años ganó el premio Iris en la categoría de Revelación Artística y desde entonces los discos y los proyectos se sucedieron. Su primer disco, Francis, sale en 2010, y el segundo, Los tangos que quiero, grabado en directo en el Teatro Solís de Montevideo, en 2012. Esta versión de Mariposita pertenece a su segundo disco:
(¡Me encanta Uruguay! Porque francamente, decidme, ¿en qué país del mundo un artista puede saludar a gritos al Presidente del Gobierno, y encima tutearlo y llamarlo por su diminutivo? ¿Os imagináis eso en Francia? Hey, Manú, tío, gracias por venir. ¡Salúdame a la Brigitte! No sé vosotros, pero yo no acabo de verlo…)
Hasta ahora Francis Andreu ha ganado en dos ocasiones los Premios Graffiti, los más importantes de la música uruguaya, en la categoría de Mejor álbum de tango. La primera vez fue en 2015 con su tercer disco,Otra vuelta (2014). Y la segunda en 2019, con Francis canta Jaime Roos (2018).
Por fuera del tango : Francis canta Jaime Roos
Este es, en mi opinión, el mejor disco hasta la fecha de Francis Andreu. Todos los temas del álbum son versiones de canciones de Jaime Roos. Y aquí es necesario introducir un pequeño paréntesis explicativo: Jaime Roos (Montevideo, 1953) es un compositor y cantante uruguayo que ha marcado la música de este país a partir de los años 80. Sus canciones son una particular combinación de géneros populares: una mezcla de rock con murga, con pinceladas de candombe, milonga y otras músicas sudamericanas.
Jaime Roos presentándose a sí mismo
Nuevo paréntesis explicativo dentro del paréntesis explicativo: si os estáis preguntando qué diablos es la murga, es un género musical uruguayo de origen africano, con mucho ritmo, vinculado al carnaval, en el que el solista está acompañado por un coro, y cuyas letras sirven como instrumento de denuncia para hacer una crítica social. (De hecho un día hablaremos largo y tendido de la murga, porque es un género absolutamente fabuloso. Pero por el momento, fin del paréntesis dentro del paréntesis).
Murga uruguaya
Francis Andreu y sus músicos (Guzmán Mendaro a la guitarra y los arreglos, Andrés Polly Rodríguez al guitarrón, Gabriel Rodríguez al contrabajo y Sergio Astengo al bandoneón) cogen las canciones de Jaime Roos y las versionan en clave de tango y milonga, y el resultado es espectacular. No parecen las mismas canciones. Personalmente, nunca había escuchado antes a Jaime Roos, al que conocí a través de las versiones del álbum de Francis, pero confieso que prefiero las versiones a los originales. Las canciones originales de Jaime Roos, para todos aquellos que no hayan crecido en Uruguay, son un poco duras de escuchar. Primero porque el tiempo no pasa en balde y los arreglos han envejecido. Y segundo porque son canciones muy marcadas culturalmente, influenciadas por géneros, como el de la murga, que en Europa nos quedan muy lejos.
Francis canta Jaime Roos es un disco notable porque coge las canciones de Jaime Roos, un producto local, muy marcado culturalmente y las convierte en un producto universal, que cualquier persona de cualquier parte del mundo puede escuchar con gusto. Ahora bien , ¿es esto tango? Yo diría que no, aunque haya ganado un premio en esa categoría. Pero se le da un aire de familia.
También desde el punto de vista de la interpretación este álbum me parece superior a los anteriores: una Francis con una técnica vocal más depurada y una interpretación más sobria y matizada, menos arrabalera que en sus anteriores discos.
Lo más blanco que hay es la primera vez que vi nieve. Lo más negro que hay es un carro fúnebre cuando llueve.
Si quisiera decirte lo más bello que evoco usaría tu nombre si no te ofendes por el piropo.
Negra y blanca mi guitarra, blanca y negra la ciudad, de los negros el candombe, de los blancos viene el vals.
La noche es de tu cintura, la luz de tu corazón. Sin perder las esperanzas te dedico esta canción.
Lo más lejos que hay es el fondo del mar. Lo más cerca que hay es la panadería y en el medio aquí estoy, recordando.
Cercana está tu mirada, lejano tu corazón. Sin perder las esperanzas te dedico esta canción.
Para cotillear un poco
Si sois como yo, que me gusta saber algo sobre la vida de los artistas (vamos, si os gusta el cotilleo) al final del artículo os dejo unas cuantas entrevistas en las que Francis habla de su vida personal: su pasión por la equitación, que practica a alto nivel, su amor por los animales y sus labores de activismo como rescatadora de perros abandonados, y la historia de su característica cicatriz en el mentón, desgarrado cuando tenía 15 años por la mordedura de uno de sus perros, al que no quiso sacrificar.
¿Bailáis el tango? ¿Sabíais que seguramente habéis bailado alguna vez al ritmo de un tango que ha ganado el festival de Eurovisión? Antes de que os abalancéis sobre la página «Eurovisión» de Wikipedia para verificarlo ya os digo que no, que ningún tango se ha presentado jamás al festival de Eurovisión. Lo que no quita para que la afirmación inicial de este artículo no sea rigurosamente cierta. Si la semana pasada hablamos del más argentino de los boleros cubanos, hoy hablaremos del más francés de los tangos argentinos, que decidió darse una vuelta por el famoso festival de la canción antes de aterrizar en Buenos Aires.
Para empezar, me gustaría que escucharais este hermoso tango, grabado en noviembre de 1958 por la orquesta de Carlos Di Sarli :
Si bailáis el tango, es posible que lo hayáis bailado más de una vez en las milongas o en una clase. Entonces no lo sabíais, claro, pero este tango es obra de un compositor francés. Y no cualquier compositor. Uno que conocéis sí o sí.
Que sí, hacedme caso.
Veamos. ¿Esta canción os suena de algo?
No me digáis que nunca habéis tarareado esto :
Estas melodías, y muchas otras, son del mismo compositor, del que seguramente conocéis, sin saberlo, más de una canción, porque sus obras han sido interpretadas por completos desconocidos como Edith Piaf, Yves Montand, Duke Ellington, Toots Thielemans, Bing Crosby, Paul Anka, Julio Iglesias, Luis Mariano, Nana Mouskuri, Demis Roussos, Ray Charles, Tom Jones, Céline Dion… Vamos, que no habéis podido vivir en el siglo XX sin habéroslo cruzado decenas de veces.
¿Y quién es este ilustre desconocido?
Aquí lo tenemos. Esta máquina de componer éxitos se llamaba Hubert Giraud, y tenía pinta de ser más bien majete. Nació en Marsella y vivió casi 100 años. Los habría cumplido en febrero de este año, pero no le dio tiempo: falleció en 2016 en Montreux, Suiza, a los 96 años.
Se enamoró de la música en una sala de cine, a la edad de 8 años, viendo la película The Jazz Singer. A los 10 años, empezó a tocar la armónica por prescripción facultativa, porque era asmático (¡como tratamiento no está mal!). Ya de pequeño se dio cuenta de que tenía facilidad para inventarse melodías, por lo que continuó aprendiendo música de forma autodidacta y tocando por aquí y por allá hasta que, con 20 años, llega su día de suerte: el día en que conoce a Ray Ventura, un compositor y director de orquesta francés, que por entonces arrasaba con su orquesta cómica, formada por músicos-actores. El conjunto se llamaba Ray Ventura et ses Collégiens.
En los años 30 y 40 estos señores hacían furor en Europa con canciones tituladas Le nez de Cléopatre o Tout va très bien, madame la Marquise (igual esto os suena de algo). Eran ciento y la madre, y habrían sido capaces de poner a bailar a un cementerio:
Por si os lo estáis preguntando, no, el armonicista del minuto 2:14 no es Giraud. Cuando se filmó esta escena aún no había entrado en la compañía.
Ventura contrata al joven Girard con la condición de que aprenda a tocar otro instrumento para rentabilizar su presencia en la compañía y lo embarca en la gira por Sudamérica que están a punto de iniciar. El debutante, encantado de la vida, parte con la compañía de Ventura y durante la travesía en barco Henri Salvador le enseña a tocar la guitarra. Será el comienzo de una carrera como músico y compositor que llevará lejos al joven marsellés.
En el escenario de Eurovision
Muy bien, me diréis, pero ¿qué tiene que ver Eurovisión esta historia? Muy fácil: fue una melodía de Hubert Giraud la que hizo ganar a Francia el festival de Eurovisión por primera vez, en marzo de 1958. La canción ganadora estaba interpretada por André Claveau y se llamaba Dors mon amour.
Y sí, si tenéis un poco de oído musical habréis reconocido, en otra interpretación, la melodía del tango que escuchamos al comienzo de este post. ¿Pero cómo llegó la canción ganadora en Eurovisión a convertirse en un tango de Di Sarli?
La odisea sudamericana de Hubert Giraud
En realidad, Giraud y la Argentina estaban lejos de ser dos desconocidos. En 1941, con 21 años, Giraud llega a Río de Janeiro con la orquesta de Ray Ventura. Tras su contrato de tres meses en Río, la orquesta pone rumbo a Montevideo, y luego a Buenos Aires. Durante dos años y medio, Ray Ventura y sus Collégiens recorren Sudamérica de cabo a rabo. Cuando la orquesta se disuelve y Ventura vuelve a Francia, Hubert Giraud se instala en Buenos Aires, donde permanecerá varios años, hasta 1949, tocando en distintas formaciones, entre ellas el quinteto de música cíngara de una sala de fiestas rusa. En total, pasa unos 8 años en Sudamérica, lo suficiente como para relacionarse con bastante gente.
En la época en que nuestro marsellés vivía en Buenos Aires, Carlos Di Sarli estaba en lo más alto de su carrera y era extremadamente conocido en la ciudad. (De hecho, lo llamaban nada menos que El Señor del Tango). No es descabellado pensar que los dos músicos hubieran podido cruzarse, e incluso entablar una relación profesional o de amistad.
Carlos Di Sarli, El Señor del tango
Sea como fuere, Dors mon amour gana Eurovisión en marzo de 1958, y casi en seguida, en noviembre del mismo año, Carlos Di Sarli graba Duerme mi amor, con la música de Giraud y letra en español de Alberto Laureano Martínez.
Puede que Di Sarli escuchara la canción, popularizada por el concurso, y decidiera hacer una versión en tango. Pero también es muy posible que los dos compositores, que se movían en el circuito musical porteño en la misma época, se hubieran conocido, y que Giraud hubiera recomendado su composición a Di Sarli. No se sabe, y no se sabrá nunca, porque es demasiado tarde para preguntarle a Giraud, fallecido en 2016, y más aún a Di Sarli, que murió en 1960.
Una canción, dos estilos
Si tuviera que escoger entre las dos grabaciones que hemos escuchado, escogería claramente la de Di Sarli, más enérgica, más viva y menos empalagosa que la interpretada por André Claveau. Desde entonces, Duerme mi amor ha pasado a formar parte de las tandas que se bailan en todas las milongas, y los maestros la eligen a menudo para sus demostraciones de baile. Sin embargo, no es un tango que haya tenido muchas versiones, ya que después de Di Sarli solo se ha grabado en dos ocasiones más: una en 1969 por la orquesta de Osvaldo Piro y la otra en 2018, por la Orquesta Romántica Milonguera.
Las canciones tienen algo de aves migratorias: viajan, van, vienen y a veces acaban tomando caminos insospechados. Lo que explica que una canción compuesta por un marsellés para el festival de Eurovisión termine siendo bailada en las milongas de Buenos Aires, París o Castellón de la Plana.
¡Advertencia para obsesivos!
Por último, una pequeña sugerencia: si sois tan obsesivos como yo y queréis escuchar todas las versiones que existen de una misma canción, no os perdáis esta página: Secondhandsongs.com. Allí encontraréis todas las versiones que se han grabado de un mismo tema, por diferentes intérpretes y en distintas lenguas. A veces la lista no es exhaustiva, pero como la página es colaborativa podéis añadir las versiones que faltan si las conocéis.
Como tarde o temprano voy a tener que hablar aquí de algo que no sea tango si no quiero traicionar el nombre de este blog, hoy he decidido hablaros de boleros. ¿Sabíais que el bolero mas cubano del mundo no es cubano… y que quizá ni siquiera es un bolero? Vamos a descubrir el origen de una de las canciones más representativas de la música cubana del siglo XX: Vete de mí.
Cuidado, spoiler : ¡el tango no anda muy lejos!
Dos hermanos locos por la música
Nuestra historia no comienza en Cuba sino en Argentina, en los años 30, con dos hermanos cuyos nombres seguramente os suenen: Virgilio y Homero Expósito.
Virgilio Expósito
Homero Expósito
Ya el papá de los hermanos Expósito era todo un personaje de novela… o de tango. De padres desconocidos, se crió en la Casa de Niños Expósitos, siendo adoptado después por una familia de la que se escapó para sobrevivir, siendo aún casi un niño, ejerciendo los oficios más diversos en diferentes localidades. Terminó recalando en Zárate, a 90 kms al norte de Buenos Aires, donde abrió una confitería llamada Mimo, que acabó siendo punto de encuentro de músicos y artistas. Además de anarquista, era un enamorado de la literatura, como atestiguan los nombres que escogió para sus dos primeros hijos, Homero y Virgilio. Los muchachos no decepcionaron a su padre en este aspecto ya que ambos, como letrista y compositor respectivamente, se convirtieron en destacados personajes de la historia del tango. Juntos o con otros músicos y poetas, los hermanos Expósito compusieron tangos clásicos que han pasado a la historia con cientos de interpretaciones, como Flor de Lino, Trenzas, Yuyo verde o Naranjo en Flor.
Manuscrito original del tango Naranjo en flor
Pero todo esto vendría más tarde. Al inicio de nuestra historia, que empieza en los años 30, Homero y Virgilio todavía no son más que dos muchachos apasionados por la música. Homero, el mayor, le llevaba a su hermano cinco años. El día en que cumplió los 15, su padre le hace un regalo inusitado; le da 200 pesos (lo que en la época era un salario) y le dice :
– Bueno, cumplió quince años y va a tener un día solo en Buenos Aires, tome esta plata y haga lo que usted quiera.
Homero tomó el tren a la capital y se metió en la primera tienda de música que encontró, en la Calle Corrientes.
– Yo de tangos lo sé todo, creo que debo tener todo. Yo busco otra cosa, otros nombres, otra idea – dijo.
– Usted debería meterse en asuntos de jazz – le aconsejó el dependiente.
La palabra jazz le sonó a chino al joven Expósito, pero eso no le impidió dejarse los 200 pesos en la tienda a cambio de todas las grabaciones y partituras de jazz que había en ella. El encuentro de ambos jóvenes con Gershwin, Ellington y compañía fue una revelación, y sin duda tuvo una gran influencia en la forma de componer que desarrollaron después. Virgilio y Homero tenían además otra baza a su favor para convertirse en grandes compositores, una que a menudo no se aprecia en su justo valor pero cuya eficacia se ha comprobado en repetidas ocasiones: el trabajo. Virgilio cuenta que, con su hermano, se entrenaban en el arte de la composición todos los días, haciendo al menos una canción diaria, sin importar el estilo. Entre todas estas composiciones, había una que ambos consideraban como «invendible» porque les parecía particularmente difícil. La habían titulado Vete de mí.
Un viaje a Cuba
Un día, Daniel Riolobos, un cantante de boleros, le pregunta a Virgilio si no tendrá un bolero para él entre sus composiciones. A Virgilio se le enciende la lucecita, y se acuerda de Vete de mí. No la habían pensado como un bolero, pero decide arreglarla como tal y proponérsela a Riolobos. Al cantante le gusta, la incluye en su repertorio y se la lleva de gira. Daniel Riolobos llevaba, sin saberlo, una bomba en su repertorio.
Cuando Daniel Riolobos toma la canción y se va a Cuba, me escribe una carta enseguida de su llegada y me dice: “Yo no sé lo que pasa. ¡Tu bolero es un despelote!” Y yo decía : “¿Qué va a pasar? Que los tipos se dieron cuenta de que no es bolero, eso”. Pero la carta seguía : “No sabés el éxito que tiene. ¡Compusiste el himno de Cuba! Acá no hay nadie que cante que no lo haga”.
«Vete de mí (una de pasiones)». Cortometraje de Alberto Ponce (1996)
Bola de Nieve y la consagración
Pero el éxito internacional de Vete de mí se produjo cuando el cantante y pianista cubano Bola de Nieve la incorpora a su repertorio. Bola de Nieve ya era una estrella cuando los dos hermanos todavía no eran más que dos jóvenes compositores desconocidos. Habían ido a escucharlo tocar cuando vino a Buenos Aires, y aquel negro que pasaba de la risa al llanto mientras cantaba tras su piano los había impresionado profundamente. Este era, por lo visto, el efecto que Bola de Nieve producía habitualmente en el público, a juzgar por las palabras del poeta cubano Roberto Fernández Retamar:
Se recuerda la primera vez que uno oyó a Bola de Nieve como un cubano recuerda la primera vez que vio la nieve; como algo natural y misterioso que daba alegría y, desde luego, un poco de tristeza; que uno sabía que iba a contar después. Pertenezco a la estirpe feliz de gentes que han oído a Bola de Nieve.
Roberto Fernández Retamar
A los dos jóvenes les hubiera gustado ir a verlo después del concierto para proponerle sus canciones, pero estaban demasiado impresionados por el cantante, y no se atrevieron. Años más tarde, cuando Bola de Nieve incluye Vete de mí en su repertorio ya era una estrella internacional, y su interpretación propulsa la canción de los hermanos Expósito a la lista de los boleros de éxito, y la sitúa para siempre en la memoria musical del pueblo cubano.
Vete de mí (una de pasiones)
Vete de mí (una de pasiones) es un cortometraje de 1996 del director Alberto Ponce, donde se narra de manera poética la historia de este bolero. En el corto, que dura unos veinte minutos, el propio Virgilio Expósito describe escenas de su infancia y juventud con su hermano Homero, ya fallecido, así como la improbable historia de la que fue su composición más conocida. Porque aunque los dos hermanos hayan pasado a la historia como compositores de tangos, su canción más célebre y memorable, grabada en incontables ocasiones por cientos de artistas, sigue siendo este bolero.
Merece la pena ver el corto, aunque solo sea para ver a Virgilio Expósito contar anécdotas, como cuando, con aire socarrón, narra cómo decidieron clasificar su composición como bolero:
Nosotros le pusimos bolero a Vete de mí porque teníamos quien nos la iba a grabar. Estaba este chico cantando boleros, y le dije: “Ponele que es bolero y chau”.
Página 12, « Nuestro Virgilio », 25.10.2009
El corto se cierra con una increíble escena final en la que los dos músicos, Virgilio y Bola, se cruzan entre las olas de un mar turquesa, montados en sendos pianos flotantes. Es interesante también la escena inicial en la que podemos constatar cómo en Argentina Vete de mí es una canción prácticamente desconocida, mientras que en Cuba el pueblo entero la conoce y la canta. Eso sí, a los cubanos no hay quien los saque de que se trata de una composición de Bola de Nieve, y pocos saben que este bolero al que tan apegados están no nació en Cuba sino en Argentina y que lo hicieron unos compositores de tangos.
El bolero de las mil versiones
Vete de mí ha sido grabado más de 400 veces. Entre las versiones clásicas, de los años 50, se encuentran la de Bola de Nieve o la de Olga Guillot, pero también hay otras más recientes como la de Caetano Veloso (1994) o la versión flamenca de Diego el Cigala con el pianista cubano Bebo Valdés (2009). Os dejo aquí unas cuantas, para que escojáis la que más os guste.
La primera grabación, con la que Daniel Riolobos revolucionó Cuba:
Una versión en clave de bolero clásico del Trio Los Panchos
La de Ignacio Villa, más conocido como Bola de Nieve. Si no acabáis llorando con él, es que no tenéis corazón:
La del propio Virgilio Expósito, tocada y cantada por él. Austera, sobria y sin florituras. Supongo que es la que más se acerca a lo que tenían en mente cuando la compusieron:
La de Caetano Veloso. Caetano es un fenómeno, haga lo que haga, lo hace bien:
Entre Mayabeque y Embajadores, la de Bebo Valdés y Diego el Cigala. Espectacular. Si alguien ha entendido lo que es la fusión, es el Cigala :
Bueno, y con esto y un bizcocho, hasta mañana a las ocho, o hasta la semana que viene.
En Europa está bien instalada la idea de que el tango es una música muerta, lo mismo que hay lenguas muertas. Una especie de pieza de museo, que de vez en cuando desempolvamos y exhibimos respetuosamente, antes de guardarla de nuevo en su vitrina con mucho cuidado. Sin embargo, nada más lejos de la realidad: el tango continua evolucionando y desarrollándose hoy en día, y sería una pena no explorar todo lo que puede ofrecernos. Y eso es precisamente lo que intento hacer con este blog: llevaros de vez en cuando a dar una vuelta por las orillas del tango actual.
¡Sin embargo, no es nada fácil ahuyentar los clichés! Voy a reproducir aquí una conversación típica que ya he tenido más de una vez. Imaginad: Sicilia, 1930… (¡perdón, es broma! Eso sí, no intentéis pillarla si tenéis menos de 40 años). Ahora en serio, imaginad: estamos en una fiesta y un amable desconocido o una simpática desconocida se me acerca con la intención evidente de entablar conocimiento. Una vez hechas las presentaciones, se impone la pregunta de rigor:
– ¿Y a qué te dedicas?
Veo la oportunidad de hablar de algo que me apasiona, y me abalanzo sobre ella:
– Soy cantante. Tengo un grupo de música.
– ¿En serio? ¡Qué maravilla!
En los ojos de mi interlocutor se enciende una lucecita de entusiasmo mezclada con una pizca de envidia.
– ¿Y qué clase de música haces? ¿Pop, rock, folk… ?
– Tango argentino.
– Ah…
La lucecita se apaga. Vacío sideral. Perplejidad y desconcierto. El amable desconocido o la simpática desconocida se estruja las meninges buscando algo que decir, mientras veo desfilar en sus pupilas toda una galería de imágenes: blanco y negro, bailarines engominados vestidos de frac, pilas polvorientas de vinilos viejos, músicos septuagenarios, compositores muertos… Vamos, la vetustez en carne y hueso.
Confesadlo, digo tango y lo que se os viene a la cabeza es esto.
– Ah, qué interesante…
Resisto como puedo las ganas de gritarle ¡No es lo que te imaginas! y de embarcarme en una explicación sobre la contemporaneidad del tango a golpe de vídeos sacados de Internet con mi móvil. Como soy una persona bien educada y no aturdo a los desconocidos en las fiestas con explicaciones sobre el tango, controlo mis impulsos y la conversación deriva por sí misma hacia otros temas.
Pero como vosotros estáis leyendo este blog asumo que algún interés por el tango sí que tenéis, y a partir de ese punto me siento autorizada para aturdiros con mis explicaciones. Así que si queréis acompañarme, os contaré como conocí a uno de los grupos precursores de la renovación del tango: La Orquesta Típica Fernández Fierro.
Una noche con la apisonadora del tango
Durante mi segunda estancia en Buenos Aires tuve la suerte de coincidir con mi amiga Michi. Hace tiempo que Michi está instalada en Europa, pero tanto da: a pesar de los años y de la distancia, sigue siendo lo que siempre ha sido, una porteña de la cabeza a los pies, nacida y criada en el barrio de Almagro.
– ¿Esta noche quieren venir a escuchar tango ?
– ¡Claro!
– Los voy a llevar a un sitio que no está en las guías.
Efectivamente, el sitio al que nos llevó aquella noche, en la calle Sánchez de Bustamante 772, no figuraba en las guías turísticas. (Cuidado, que hablo de 2013. ¡Desde entonces, la Fernández Fierro ha recorrido tanto camino que hoy está incluso en la página oficial de turismo de la ciudad de Buenos Aires!).
Total, que allí estábamos, en el número 772 de Sánchez de Bustamante, esperando con un frío peludo delante de lo que parecía ser un viejo hangar abandonado. Pagamos nuestras entradas, y apartando una pesada cortina negra pasamos a una enorme nave con el techo de uralita (un antiguo taller mecánico, como supe después), lleno de polvo, mesas y sillas desaparejadas. Parecía claro que la única calefacción con la que íbamos a contar esa noche nos la iba a proporcionar el alcohol. Otras cuantas sillas colgaban del techo, a modo de decoración, completada por una serie de dibujos de distinto tipo y procedencia pegados a las paredes. Al lado izquierdo de la sala, la escena montada bajo los proyectores indicaba que iba a tener lugar un concierto. A la vista del local, jamás habría dicho un concierto de tango, pero esa noche tenía la suerte de contar con una guía porteña, así que la seguí sin hacer preguntas. Después de una hora larga de espera, durante la cual intentamos calentarnos a base de Quilmes, se apagaron las luces y nos encontramos en la oscuridad más absoluta. Silencio. Y luego, el encuentro con la apisonadora del tango.
La expresión no es mía, es del periodista Marcelo Pavazza, que en 2008 publicó en el diario Crítica de la Argentina un artículo dedicado a la Orquesta Típica Fernández Fierro, titulado «Una noche con la apisonadora del tango». La imagen le va como anillo al dedo, porque la Fernández Fierro es una verdadera apisonadora: luces agresivas, un sonido duro, en bloque, saturado, y en cuanto a las letras, una crítica social implacable construida mediante imágenes oníricas. Todo ello con el look de un grupo de rock o de punk. Durante una hora los músicos empalmaron una canción tras otra sin darle tregua al público, y durante una hora tuvimos la impresión de estar todo el tiempo arriba, en el paroxismo de algo. Cuando se apagó la última nota volvieron a encenderse las luces, y nos hizo falta un rato para recuperarnos del K.O. ¿Qué es lo que acabábamos de escuchar? ¿Era tango, eso? Sí, ¿no? ¿Qué otra cosa podía ser?
¿Pero estos de dónde han salido?
Para entender este tipo de tango, antes que nada hay que ponerlo en contexto. La Orquesta Típica Fernández Fierro nació en 2001. Sus integrantes pertenecen a una generación que viene del rock, pero que creció con el tango como música de fondo. Cuando vuelven al tango, lo hacen con las influencias del rock y del punk. Como ellos mismos explican, en una entrevista para el programa Encuentro en la cúpula, lo que buscan es comunicar con el público de hoy. Y esta comunicación solo puede hacerse a través de los códigos actuales, los de sus contemporáneos, no los del tango de los años 50. Esta modernización de los códigos con los que operan se hace evidente en la música, en la puesta en escena, y por supuesto, también en las letras: uno de sus principales objetivos es resignificar las letras, para que sean reflejo de la sociedad argentina actual, muy alejada de la de los malevos y compadritos de los tangos clásicos.
Cuando la Fernández Fierro comenzó su andadura, el tango era una música en decadencia. No había muchos grupos nuevos de tango, y todavía menos formados por jóvenes que quisieran hacer algo diferente. Con el objetivo de montar un grupo de tango que ellos mismos tuvieran ganas de ir a escuchar, comenzaron a experimentar, buscando un tango que los representara estéticamente. Lo que significa con influencias de músicas con las que ellos se identificaran, como el rock o el punk. Este deseo de acercar el tango a su universo musical se manifiesta también en su identidad visual en escena, con agresivos juegos de luces y una amplificación extrema del sonido – cosas que se hacían desde hace mucho tiempo en otros géneros musicales como el rock, pero que no se habían hecho nunca en el tango.
Si la montaña no va a Mahoma…
Los comienzos no fueron fáciles, y hubo que ir a buscar al público a la calle. Una de las anécdotas que cuentan ilustra a la perfección lo que las nuevas generaciones pensaban del tango en los años 90: una vez tenían que tocar en una milonga, y cuando faltaban solo veinte minutos para empezar no había venido absolutamente nadie. Como no tenían público, decidieron salir a buscarlo a la calle: ¡Si la montaña no viene a Mahoma, Mahoma irá a la montaña! Sacaron los instrumentos y tocaron en la acera, y al hacerlo descubrieron que sí había un público dispuesto a escucharlos, un público incluso muy receptivo. Si hasta entonces no habían conseguido captarlo, era debido a la existencia de un prejuicio que hacía que los jóvenes salieran corriendo ante la sola mención de la palabra «tango». Esos mismos jóvenes que, después de haberlos escuchado en la calle, venían a felicitarlos y preguntaban: «Está bárbaro, ¿dónde tocáis?»
De la mano de los clásicos
A pesar de esta búsqueda de modernidad, los clásicos no están muy lejos. De hecho, en sus comienzos, la Fernández Fierro intentaba reproducir el sonido de la orquesta de Osvaldo Pugliese entre los años 50 y 70, aunque siempre teniendo claro que ese sonido era solo un punto de partida a partir del cual crear algo diferente. Los instrumentos que utilizan también los enmarcan en el universo del tango clásico: nada de batería, ni de sintetizador, ni de guitarra eléctrica. La Orquesta Típica Fernández Fierro es, como su nombre indica, una orquesta típica. Este término no es arbitrario, sino que designa la formación característica del tango, establecida en los años 20, y formada por bandoneón, piano, contrabajo y cuerdas. ¡Es impactante darse cuenta de que el sonido súper contemporáneo de la Fernández Fierro lo produce la misma formación, instrumento por instrumento, que hubiera podido usar Canaro en los años 20!
Este señor tan simpático es Osvaldo Pugliese
De Pugliese también han tomado el modelo de gestión de la orquesta, organizada en forma de cooperativa independiente y autogestionada. Las decisiones se toman de forma comunitaria y el reparto de tareas entre todos sus integrantes permite que se lleven a cabo actividades muy variadas: producir los discos, grabarlos, venderlos, gestionar la sala de conciertos, la emisora de radio…
Club Atlético Fernández Fierro y Radio CAFF
Ah, sí, un pequeño detalle que casi se me olvida: en la actualidad la Orquesta Típica Fernández Fierro también tiene un local (con nombre de club de fútbol), el Club Atlético Fernández Fierro (CAFF) y una radio en línea, Radio CAFF, de la que hablaremos en otra entrada. Ambas están animadas por una misma filosofía en su programación: convertirse en una vitrina del tango actual. Tanto la sala como la radio programan a los grupos que hoy en día están creando el tango contemporáneo. Porque aunque cuando empezaron, al comienzo de los años 2000, estaban solos, las cosas han cambiado mucho. Poco a poco, a lo largo de estas dos décadas, la escena del tango contemporáneo ha empezado a poblarse de nuevos protagonistas: Alfredo «el Tape» Rubín, La Chicana, 34 Puñaladas, el Cuarteto la Púa… Artistas y grupos que se alimentan y se influencian entre ellos, y que hoy forman un ecosistema musical lujuriante.
Una orquesta nunca es algo inmutable, y los integrantes de la Orquesta Típica Fernández Fierro han ido evolucionando a lo largo de los 19 años transcurridos desde su nacimiento. Algunos de sus miembros fundadores han permanecido a lo largo de todo este tiempo, como Yuri Venturín (contrabajo) o Santiago Bottiroli (piano). La voz del grupo también ha ido cambiando, pasando a lo largo de los años por tres cantantes: primero Walter «el Chino» Laborde, luego Julieta Laso, y en la actualidad Natalia Lagos.
En cuanto a su discografía, a lo largo de sus 19 años de carrera han grabado siete discos: Ahora y siempre (2018), En vivo (2014), TICS (2012), Putos (2009), Mucha mierda (2006), Destrucción masiva (2003), y Envasado en origen (2002).
En ellos se puede observar una clara evolución desde lo clásico hacia lo contemporáneo, tanto en el tratamiento de los temas como en su repertorio: su primer disco, Envasado en origen, estaba íntegramente formado por tangos clásicos (Di Sarli, Expósito, Arolas, Gardel, De Caro…) pero en los siguientes empiezan a incluir composiciones de Yuri Venturín y de otros músicos argentinos actuales, como Alfredo Rubín. Esta tendencia se va afirmando con el paso del tiempo, y a partir de su cuarto disco, en 2009, ya solo grabarán composiciones originales.
Voy a terminar aquí, ¡porque me parece que por esta vez ya os he aturdido bastante! Espero haber conseguido despertar vuestra curiosidad lo suficiente como para daros ganas de escuchar más. Me interesa saber vuestra opinión sobre esta orquesta, así que si os apetece no dudéis en dejarme un comentario. Soy consciente de que la Orquesta Típica Fernández Fierro no es para todo el mundo. Personalmente, es uno de mis grupos de tango contemporáneo favoritos, pero entiendo que muchas personas no conectarán con su propuesta, que puede parecer demasiado agresiva desde el punto de vista del tango clásico. Sin embargo, tienen el enorme mérito de haber rescatado el tango del panteón de las músicas muertas, y de haberse apropiado de él para devolvérselo a los jóvenes. Gracias, entre otros, a la Orquesta Típica Fernández Fierro, el tango ya no es una lengua muerta y ya solo por esto merecen agradecimiento eterno.
Concierto integral, auditorio Ibirapuera, São Paulo 2010
La historia del tango. Tomo 20. Siglo XXI, 2ª parte. Guillermo Gasió (ed). Ediciones Corregidor, Buenos Aires, 2011 (pp. 3973-3081).
La frase «El tango no es una lengua muerta» es una guiño a la entrevista concedida por el bandoneonista Rodolfo Mederos en 2006 al periódico La Voz, en la que afirmaba que el tango era una lengua muerta. Esta declaración provocó una fuerte polémica: http://archivo.lavoz.com.ar/Nota.asp?nota_id=31525&high=rodolfo
¿Queréis que os avise cuando se publique un nuevo artículo en el blog?
¿Sabíais que en los años 1930 el tango conoció días de gloria en la Costa Azul? ¿Qué Carlos Gardel, la estrella internacional del tango, actuó en Niza durante varios meses, y que incluso había previsto instalarse en la ciudad? ¿Que se conservan varias fotos de veladas memorables, en las que Gardel aparece inmortalizado con su amigo Charlie Chaplin? Os propongo un pequeño paseo tanguero por Niza tras los pasos del cantante.
Villa L’Oiseau Bleu
Los transeúntes que pasan hoy frente al número 49 de la avenida Cap-de-Croix, en el barrio nizardo de Cimiez, no encontrarán en este lugar nada de particular: un murete rematado por una verja blanca rodea un parque arbolado donde se sitúa una guardería, L’Oiseau Bleu, el Pájaro Azul. El edificio, completamente banal (y bastante feo, en honor a la verdad) data de los años sesenta. Ninguna placa, ningún letrero. Nada que permita suponerlo, y sin embargo en este lugar se celebraron, en la más estricta intimidad, algunas de las fiestas más glamurosas de los locos años treinta, en las que millonarios y celebridades alargaban las veladas hasta el amanecer.
Sadie Baron Wakefield, « madame Chesterfield »
Pero empecemos por el principio, que nos conduce hasta Baltimore, Estados Unidos, lugar de nacimiento de la millonaria Sadie Baron Wakefield. Sadie Baron, nacida el 19 de junio 1879, era hija de Bernhard Baron, un acaudalado hombre de negocios propietario de la compañía tabacalera Carreras, que fabricaba, entre otros, los famosos cigarrillos Craven A (razón por la cual la apodaban « Madame Chesterfield »).
La fortuna que magnate del tabaco legó a su hija ascendía a cinco millones de libras, lo que en la época constituía una suma astronómica. Sadie contrajo matrimonio con Georges Wakefield, un industrial americano propietario de una manufactura de tejidos que tampoco estaba lo que se dice mal situado. Los esposos pasaban parte del año en París, donde la señora Wakefield disfrutaba de la compañía de numerosos artistas que a menudo se convertían en sus protegidos. Los Wakefield viajaban regularmente a Niza, pasando temporadas en su lujoso palacete de la colina de Cimiez que se llamaba, como seguramente ya habréis adivinado, L’Oiseau Bleu. La propiedad, situada en el número 49 de la avenida Cap-de-Croix, fue adquirida por los Wakefield el 14 de diciembre de 1928, y por lo que parece, era espectacular: un chalet de dos pisos con un gran jardín, una cancha de tenis y una superficie total de 4.665 metros cuadrados.
Durante sus estancias en la Riviera francesa, los Wakefield frecuentaban los casinos de Niza y Monte Carlo. La sección de sucesos del New York Times recoge una anécdota que nos permite hacernos una idea de su tren de vida: en el casino de Monte Carlo le sustrajeron a Mrs Wakefield un collar valorado en 15000 dólares. Estaba formado, según informa el New York Times, por « five large stones and sixty smaller ones », y aunque los “pedruscos” debían de pesar lo suyo, la dama no se percató del robo hasta llegar a casa. Afortunadamente la “baratija” estaba asegurada, pero la descripción de la alhaja nos permite hacernos una idea sobre la cuantía de la fortuna de los Wakefield.
Entre los artistas que frecuentaba Mrs Wakefield, había uno al que la señora había tomado un afecto particular: un joven argentino, alto y moreno, con un seductor aire de galán: el cantante de tango Carlos Gardel. Lo apodaban el zorzal criollo por la belleza de su canto, y en la época en la que comienza su relación con Mrs Wakefield ya estaba lejos de ser un desconocido. En la siguiente foto de 1931 podemos verlos juntos en Niza.
Paris y el tango, una historia de amor
Antes de continuar con nuestra historia, merece la pena hacer un pequeño paréntesis para poner al lector en antecedentes sobre la acogida que el tango tuvo en Francia. Podría pensarse que el tango nunca gozó de gran popularidad en el país galo, pero eso sería equivocarse de medio a medio: entre el tango y Francia existe una historia de amor correspondido que dura ya más de un siglo.
El tango llegó a Francia en los años 1900, muy poco después de su eclosión en Buenos Aires. Las primeras partituras llegaron a París a través de Marsella, en la fragata escuela Sarmiento, y se popularizaron enseguida. Poco después aterrizaron los músicos, como Alfredo Gobbi y Angel Villoldo, atraídos por un nuevo procedimiento de grabación que por entonces estaba más perfeccionado en París que en Buenos Aires: el disco. Muy rápidamente Paris se rindió al tango. La ciudad fue presa de una auténtica locura, una especie de tangomanía que hizo proliferar los tés-tango, las matinés-tango, las meriendas-tango y las cenas-tango…
Todo el mundo quería aprender a bailar este nuevo baile sudamericano, exótico y sensual, que acababa de hacer su aparición en París. El escritor y libretista Franc-Nohain escribe en la revista Femina el 15 de julio de 1913:
“No es el primer baile por el que la moda y el gusto popular entran en esta especie de frenesí […] pero lo que tiene de particular el tango […] es su carácter obsesivo […] Joven inconsciente, muchacha imprudente, tened presente que desde el momento en que hayáis dado el primero de los seis pasos de la caminata […] en vuestro espíritu no tendrá cabida más que un pensamiento: bailar el tango”. Dictionnaire passionné du tango, p. 637.
Durante los años 1920 la tangomanía se apodera de la alta sociedad parisina, y luego se extiende al resto de estratos de la población, para acabar tomando el país entero. La Costa Azul no se queda al margen de esta nueva moda, al contrario, la abraza con la fuerza propia de un lugar que ya era el punto de encuentro de una multitud cosmopolita formada por aristócratas y millonarios ávidos de diversiones. Los artistas, por su parte, no se hacen esperar y Carlos Gardel, como tantos otros, parte a la conquista de la Riviera francesa.
Carlos Gardel en Francia
Cuando llega a Francia, Gardel ya era un cantante internacionalmente reconocido, y ya por entonces estaba considerado como el icono del tango argentino. Sus primeros conciertos en París tuvieron lugar en septiembre de 1928, en el teatro Femina de los Campos Elíseos, y en el cabaret Florida, rue de Clichy. Su gira por Francia continuó hasta abril de 1929, llevándole a los teatros Empire y Paramount de Paris, así como a Cannes y a Monte Carlo.
Fue probablemente en París, durante este viaje, donde el cantante conoció a Mrs Baron Wakefield. Ambos se muestran en público juntos con regularidad y las malas lenguas dicen que la relación la americana mantenía con el cantante era de índole más que amistosa. Aunque por la diferencia de edad que los separaba y por el físico de la dama, que podríamos calificar de opulento, esta eventualidad resulta poco probable, sobre todo conociendo la inclinación del zorzal por las mujeres jóvenes y hermosas. Sea como sea, el hecho es que Mrs Wakefield contribuyó generosamente a financiar las películas de Gardel y que el Chrysler 31 blanco que el cantante usó durante un tiempo, y que en su época era único en Buenos Aires, era un obsequio del matrimonio Wakefield. También nos han llegado testimonios de otros suntuosos regalos que la dama hizo al cantante, como este encendedor de oro fabricado especialmente para él por la joyería Cartier:
En 1931 Gardel regresa a Paris para dar un impulso a su carrera cinematográfica, grabando cuatro películas para la Paramount, que tenía unos estudios en Joinville-le-Pont, a cuarenta kilómetros de la capital francesa. Al mismo tiempo, actúa durante quince días en el teatro Empire de Paris, pero la Costa Azul lo tienta con un contrato mucho más jugoso: casi dos meses de representaciones en el Palais de la Méditerranée de Niza, una proposición que no puede – ni quiere – rechazar. Las representaciones en el Palais de la Méditerranée, entre el 15 de enero y finales de febrero de 1931, tuvieron un éxito extraordinario. Según explica Kalikian Gregor, director de la orquesta de jazz que compartió escena con Gardel en el Palais de la Méditerranée, la alta sociedad lo acogió con los brazos abiertos:
“¡Niza! ¡Oh Niza…! Niza es para mí el paraíso bíblico. Creo que debe serlo también para Carlitos… porque allí realizó la más olímpica de sus hazañas: conquistar, por asalto, el ambiente más hermético y “sui generis” de toda Francia. Aquella sociedad selecta y cosmopolita de la Costa Azul, accesible sólo a contadísimas excepciones, tuvo para Gardel una acogida cordial e inolvidable. Actuar en un casino de la categoría del Palais de la Mediterranée creo que debe colmar la aspiración de cualquier artista que se estime. Allí se consagran y se derrumban ídolos. Dos meses consecutivos hemos actuado en él, Carlitos Gardel y yo. Dos meses cuyo encanto no podré olvidar nunca. Nos llamaban los reyes del jazz y el tango. ¡Oh Niza…! Carlos recibió las más grandes ovaciones, cantando canciones francesas. Este gesto, que en él era una caballeresca manera de retribuir distinciones, no pasó desapercibido para aquellas gentes…” Carlos Gardel. Su vida, su música, su época, p. 142.
Carlos Gardel canta en francés
El testimonio de Kalikian hace alusión a un detalle curioso, escasamente conocido: Gardel cantaba en francés. No cantaba tangos en francés, sino canciones francesas, bien conocidas por el público, y cuya interpretación representaba una especie de deferencia hacia los espectadores locales. Se han conservado cinco grabaciones de Gardel cantando en francés, con los títulos Déjà, Folie, Je te dirai, Madame c’est vous y Parlez-moi d’amour. Excepto esta última, grabada en marzo de 1933, todas las grabaciones datan de septiembre de 1931.
Como se puede observar, a pesar de haber nacido en Toulouse el cantante no hablaba francés, o bien de manera muy imperfecta. Gardel llegó a la Argentina con muy corta edad (como le gustaba decir: “Nací en Buenos Aires a los dos años y medio”) y nunca aprendió la lengua de su madre, quien seguramente prefirió dar prioridad al castellano para facilitar su integración en la nueva patria de ambos. No obstante, los defectos de pronunciación que podemos apreciar en las grabaciones no fueron óbice para que el público francés se despepitase por sus interpretaciones en la lengua de Molière.
Gardel y Chaplin en la Costa Azul
Gardel, que por entonces ya era un reconocido artista, no tuvo ninguna dificultad en integrarse en los círculos más selectos de la Riviera. Su influyente amiga, la millonaria “Madame Chesterfield”, debió de abrirle las puertas y su simpatía natural y el carisma que, según todos los que lo conocieron, irradiaba, hicieron el resto.
Una vez terminado su compromiso con el Palais de la Méditerranée Gardel permaneció alojado en el hotel Negresco de Niza hasta mediados del mes de abril, disfrutando de los placeres de la vida mundana que le ofrecía la Costa Azul. Entre los amigos de la alta sociedad que hizo en Niza durante este periodo se halla otro artista cuyo nombre seguramente no os sea desconocido: Charlie Chaplin.
Los dos Carlos se conocieron en la Costa Azul gracias a Mrs Wakefield, en una ocasión en la que Chaplin se encontraba en Niza como invitado del millonario americano Frank Gould. Este había quedado prendado del pueblecito costero de Juan-les-Pins, y había comprado el casino, así como el hotel principal, Le Provençal, creando un gran complejo recreativo, uno de los primeros de la época. Gould decidió aprovechar la visita de su amigo Chaplin, que por entonces era simplemente una de las personas más famosas del mundo, para publicitar sus negocios de la Costa Azul, así que organizó una comida de gala con Chaplin en el casino de Juan-les-Pins e invitó a todas las celebridades que se encontraban entonces en la región, entre ellas Mrs Wakefield y su inseparable Gardel. Se conservan varias fotos de dicho encuentro, en las que se puede ver juntos a Gardel y a Chaplin, sentados en extremos opuestos de una larguísima mesa, junto con Mrs Wakefield y otras personalidades de la época.
Charles Chaplin en el casino de Juan-les-Pins (Foto Charlie Chaplin Archive)
Al día siguiente, Mrs Wakefield organizó una fiesta en su residencia, L’Oiseau Bleu, para celebrar el cumpleaños de Chaplin. De dicha velada también se conservan algunas fotos como esta, obra de Mosesco, el fotógrafo local de las celebridades:
Sentados en primera fila, Mrs Wakefield (izquierda), Gardel (centro) y Chaplin (derecha)
Según el testimonio de May Reeves, que por entonces tenía un romance con el actor, Chaplin hizo un número cómico para entretener a los invitados y Gardel cantó varias canciones. En una de las fotos de la velada podemos ver a Chaplin en plena interpretación. No debía de ser malo el número, porque Gardel, sentado al fondo, se ríe a mandíbula batiente :
Actuación íntima de Chaplin en L’Oiseau Bleu. Al fondo, sentado, Carlos Gardel.
Reeves describe con mucho detalle la estancia en la que tiene lugar la velada, el bar de la mansión de los Wakefield, lo que nos permite conocer un poco el interior de la villa L’Oiseau Bleu:
“Al día siguiente Mrs Wakefield dio una gran fiesta en su casa. Desde el jardín se accedía directamente al bar, de manera que los invitados no pasaban por la casa. El bar estaba decorado en estilo chino. Una puerta redonda, laqueada en negro y rojo, conducía al interior de la casa. Unas lámparas chinas derramaban una luz tamizada sobre el buffet central, las mesitas de los lados y los barman que agitaban sus cocteleras. Éramos unos cuarenta invitados […] Un cantante argentino, acompañado por un guitarrista, cantó en homenaje a Chaplin, mientras que éste, que se había colado tras el mostrador del bar, se llevaba a los labios una inmensa botella de coñac» Charlie Chaplin intime.
Mrs Wakefield y Charles Chaplin en L’Oiseau Bleu, 1931.
Por lo visto, aquella velada fue el germen de una verdadera amistad entre ambos Carlitos, que posteriormente se volvieron a encontrar en Estados Unidos. En 1935, tras la muerte de Gardel, Chaplin lo evoca ante la prensa:
“Conocí al gran cantante en Niza hace cuatro años, en marzo de 1931. Un amigo en común nos presentó en el Palais de la Méditerranée de la Costa Azul. Esa noche había muchos rioplatenses porque debutaba como director de orquesta Julio de Caro. En una reunión íntima que organizamos en un rinconcito con gente amiga, Gardel empezó a cantar y me impactó hondamente. Tenía un don superior al de su voz y su figura: una enorme simpatía personal que le ganaba de inmediato el afecto de todos. Tan honda era la simpatía que me inspiraba que recuerdo perfectamente que llegamos hasta las primeras luces del amanecer, en una noche de alegría como no volverá a repetirse. Pronostiqué a Gardel un triunfo categórico y le aconsejé que se dedicara al cine. Cuando Gardel llegó a Estados Unidos vino a visitarme, fue mi huésped […] Digan ustedes al público que con Gardel pierdo a uno de mis más simpáticos amigos y que sepan que los países latinoamericanos no tenían mejor embajador entre nosotros que él. En cuanto al arte cinematográfico, ha perdido una figura cumbre que nunca podrá ser sustituida”. Gardel y el tango. Repertorio de recuerdos.
La misteriosa suerte de L’Oiseau Bleu
Pero volvamos a L’Oiseau Bleu, el escenario de tantas brillantes fiestas mundanas. ¿Qué destino corrió el lujoso palacete?
Como no tenían hijos, los Wakefield estaban en efecto preocupados por la suerte de su residencia cuando ellos desaparecieran, cosa que sucedió una década más tarde. Sadie falleció en Nueva York en 1942, a la edad de 64 años. Su esposo George murió cinco años más tarde, en Mónaco, el 5 de marzo de 1947, a los 71 años. En su testamento Mr Wakefield estipuló que la propiedad pasase a manos de sus sobrinos. En el caso de que estos rechazaran la herencia, esta se convertiría en propiedad de la ciudad de Niza, a condición de que en el edificio se creara un hogar para niños huérfanos o cualquier otra institución de carácter caritativo, que debía llevar el nombre de Sadie Baron Wakefield Home. Y así ocurrió, aunque dicho sea de paso, su deseo no fue respetado por el ayuntamiento: si bien éste destinó la propiedad a albergar una guardería municipal, el jardín de infancia no tomó el nombre de su benefactora, sino el de la finca, L’Oiseau Bleu.
Sin embargo, un misterio continúa rodeando al establecimiento: si visitamos la guardería, podremos constatar que se encuentra en un edificio de los años 1960. ¿Qué fue del palacete cuyos lujosos salones chinos vemos en las fotografías? ¿Fue demolido por el ayuntamiento para construir el edificio actual, más funcional y moderno? ¿Pero por qué echar abajo una propiedad descrita como “espléndida” y “suntuosa”? Para confirmar el misterio, no hemos hallado en los archivos ninguna traza documental de su demolición, pese a que todos los permisos de demolición se conservan en los Archivos Municipales de Niza. Tampoco hemos encontrado fotografías que nos permitan saber cómo era el exterior del edificio. Tan solo se conservan algunas del interior, las del salón chino que ya conocemos.
Como si nunca hubiera existido, un nombre, L’Oiseau Bleu, es todo lo que queda de este destacado escenario de la vida mundana.
La verja, con el nombre de la finca inscrito en una placa, es el único elemento de época que se ha conservado.
Edificio actual, albergando la guardería municipal L’Oiseau Bleu.
La casa que Gardel quería comprar en Niza
Pongamos punto final a esta crónica con unas palabras sobre otra casa, la que Gardel había previsto comprar en Niza, para alojar a su madre y a sus allegados mientras él cumplía con sus obligaciones artísticas en Europa. En efecto, tanto le había agradado la región que había previsto instalarse en ella. Varios testimonios confirman que este proyecto era algo más que palabras. La primera vez que se evoca la idea es en una carta de su madre, Berta Gardés, a Armando Defino, secretario y apoderado de Gardel. La carta data del 20 de septiembre de 1934 y dice (literalmente) así:
“No sé si Carlito le dirá en su carta que emos desidido que yo me quedo en Francia asta que él valla a Buenos Aires entonses iré con él todas las veses que él ira mientras yo pueda viajar, así no sufriré tanto de estar separada de él i como lo emos pensado viviremos en Nice con mi hermano porque el clima es mejor de toda la Francia y creo que usted también querá vivir con nosotros”.
Un mes más tarde, el 16 de octubre de 1934, el mismo Gardel confirma su intención en una segunda carta a su secretario. La elección de Niza se debe a dos motivos: uno, incontestable, las bondades del clima. El otro, en cambio, es difícil de creer para nosotros hoy en día: los bajos precios del mercado inmobiliario.
“Tengo el proyecto de comprarme una casa en Niza para la viejita y nosotros. El clima es ideal para ella y yo la encontraré de manera que tenga comodidades para todos. Las casas son baratas allí. Esto es un proyecto, pero ya lo estudiaremos”.
Carta de Carlos Gardel a su secretario Armando Defino, 16 de octubre de 1934
Desgraciadamente este proyecto, como tantos otros, no pudo realizarse. El 24 de junio de 1935 Carlos Gardel falleció en un accidente aéreo en el aeropuerto de Medellín, Colombia, que terminó con su vida y su carrera cuando ambas estaban en su mejor momento.
Qué habría sucedido si este accidente no hubiera segado prematuramente la vida de Gardel? ¿Se habría instalado en Niza con su madre, tal como él mismo dice en su carta? Quizás, como tantos argentinos en Francia, habría regentado un local dedicado al tango. ¿Sería hoy hijo predilecto de la ciudad de Niza? Tal vez habría terminado sus días tranquilamente en el suave clima de la Costa Azul. Quizás hoy existiría en Niza una Casa-Museo Carlos Gardel, probablemente en su residencia, que habría legado al ayuntamiento de Niza, junto con una colección de discos, documentos y objetos personales. Quizás incluso los fanáticos del tango vendrían en peregrinación a uno de los cementerios de Niza para visitar su tumba… Aunque no, eso no, Buenos Aires nunca lo habría permitido. Carlitos es y será siempre argentino. No habría podido descansar en otro lugar que no fuera la Chacarita.
Y desde el punto de vista cultural, musical ¿cuáles habrían sido las consecuencias de su instalación en Niza? ¿Se habría convertido la ciudad en la capital del tango en Europa? ¿Sería Niza hoy una ciudad con una fuerte cultura tanguera, habría sido renovado el tango por una generación de jóvenes músicos nizardos? No lo sabemos ni lo sabremos nunca, pero soñar no cuesta nada…
Referencias bibliográficas:
COLLIER Simon, Carlos Gardel. Su vida, su música, su época. Santiago: Ariadna Ediciones, 2003.
DENIGOT Gwen-Haël, MINGALON Jean-Louis, HONORIN Emmanuelle, Dictionnaire amoureux du tango. Paris : Seuil, 2015.
FLORES Rafael, Gardel y el tango. Repertorio de recuerdos. Madrid : Ediciones de la Tierra, 2001.
GÁLVEZ Lucía, Romances de tango. Buenos Aires: Grupo Editorial Norma, 2008.
REEVES May, Charlie Chaplin intime. Paris: Gallimard, 1935.